La batalla de La Roqueta

Bienvenido sea todo aquel que se ofrezca a pelear por la libertad. 

En esta ocasión les presento las crónicas inéditas de una batalla desconocida para el colectivo de los que vivimos en acapulco y de quienes nos visitan. Esta reseña es la recopilación de diferentes versiones de por lo menos cinco autores distintos, siendo: Carlos María de Bustamante, Alejandro Martínez Carbajal, Ramón Sierra López, Anituy Rebolledo Ayerdi y la Secretaría de Marina, en donde describen este hecho histórico, con el mayor detalle posible, ante la poca información que quedó de aquella época. 

A continuación comenzaremos a contextualizar la situación que propició la consumación de esta importante hazaña histórica: 

Consumado el triunfo del ejército insurgente en la vieja Antequera, rica región que dominaba casi todo el sureste de la República, el General Morelos decidió emprender el penoso viaje a Acapulco. El único punto en el Pacífico en manos de los españoles, y que tan difícil le había resultado conquistar. Pero a esas alturas con el ejército que comandaba y la experiencia acumulada de tantas luchas, era necesario dominarlo. Es así que el 9 de febrero de 1813 salió de Oaxaca con la consigna de conquistar el Fuerte de San Diego.

Foto: acapulco.gob

Cuatro meses más tarde, después de diferentes batallas los insurgentes habían tomado la ciudad de Acapulco y el único punto restante a conquistar se redujo al Fuerte, una fortaleza difícil de tomar debido a que contaba con cañones suficientes, armas y alimento para la tropa y parte de la población que se refugió en él.

La fortaleza, además, recibía auxilios de la Isla inmediata llamada La Roqueta, distante a más de dos leguas (nueve kilómetros aproximadamente, desde el fuerte), y los recibía por medio de catorce canoas, dos lanchas cañoneras y una goleta, sin problema alguno.

Asimismo, el comandante español de la isla había sido recientemente sustituido ante el peligro de una invasión insurgente, siendo asignado el Teniente Pablo Francisco Rubido, para fortalecer La Roqueta y proteger las municiones que ahí almacenaban.

El hambre estrechaba a los sitiadores, a la par de que las calenturas y ambos males arrebataban diariamente muchas víctimas. Y ante la inexistente rendición por parte de los españoles y la casi imposible misión de poder entrar al fuerte, Morelos llamó a una junta de guerra urgente, y después de oír varios dictámenes de sus hombres, aprobó el del Teniente Coronel don Pedro Irigaray reducido a que se tomase la Isla, de cuya ocupación pendía la subsistencia del fuerte. Morelos no demostró abrazar decididamente este partido, pero en lo secreto comisionó a los Galeana,  Hermenegildo y su sobrino Pablo, para que con una canoa, acometiesen la  dificultosa empresa por no contar con los medios para atacar por mar.

Es aquí donde nuestro héroe toma partido, quizás decisión de su tío el haberlo mandado como encargado de esta importante misión por haber demostrado con anterioridad sus grandes dotes como líder de ejército, estratega y un gran combatiente o quizás por la necesidad de don Hermenegildo de quedarse cerca del Fuerte para combatir cualquier emboscada enemiga en apoyo a Morelos, sea como fuese, hasta el momento no he logrado encontrar una referencia a porque fue seleccionado don Pablo para cometer este asalto a La Roqueta, pero la historia  fue dictada por el destino y las circunstancias, por lo que a continuación les narraré lo acontecido, de aquel día ¡glorioso!

El coronel don Pablo Galeana, con una canoa y al amparo de la noche, siendo las 23 horas del día 8 de junio, realizó cuatro viajes a la isla transportando 20 elementos en cada uno, formando un grupo de ataque “anfibio” de alrededor de 80 hombres.

Para proteger las lanchas y entrar en acción por si algo fallaba, el mariscal Hermenegildo Galeana se apostó en la Caleta y vigiló la operación. Las horas pasaban y la tensión crecía.


Imagen de la Caleta y La Roqueta de fondo por donde cruzaron los insurgentes. 

Uno por uno y muy sigilosamente, los soldados de don Pablo saltaban a tierra sobre una peña frustrando la vigilancia del enemigo: con igual éxito se completaron los 4 viajes para trasladar a los 80 hombres.

Guarnecían la isla una compañía de infantería, dos lanchas, una en cada orilla de la playa inmediata, y las 14 canoas tendidas en custodia, más una Goleta de Guayaquil (Ecuador) llamada la “Guadalupe”, armada con fusiles y esmeriles.

Sin embargo, la vigilancia del enemigo en la isla se encontraba despreocupada, pese al cambio del nuevo comandante, por lo que a pesar de que los españoles vieron a las canoas cruzar por la oscuridad de la noche, pensaron que eran de pescadores y no fijaron la atención en ellas.

Los soldados treparon sobre muchos peñascos y con tanta dificultad, que alguna vez fue preciso que algunos cargasen a otros para encaramarse como gatos. Cuando estuvieron reunidos por completo, Galeana hizo retirar las canoas, para quitar a los suyos la esperanza de retroceder.

Dividió el grupo en dos partes: la primera, comandada por él mismo, subió por el lado del mar entre las peñas y la segunda, al frente del Teniente Coronel don Isodoro Montes de Oca y del Capitán don Juan Montoro, subieron a la isla por el lado de la playa.

Y puesto en la necesidad de ¡triunfar o morir! Juan Pablo Galeana rompió el fuego a las cinco de la mañana del 9 de junio de 1813, después de haber sufrido una lluvia copiosa que por poco inutiliza sus fusiles.

El centinela al ver el ataque abandonó su puesto y la guarnición española se puso en defensa detrás de las rocas para resguardarse y repeler a los insurgentes:

Galeana comenzó a dar voces mandando fingidamente que avanzase su gente por varias direcciones. En efecto avanzaron pero solo por el único punto posible que era la orilla de la playa, sin embargo los españoles bastante sorprendidos y desconociendo la cantidad de hombres que arribaron a la isla, fijaron su pensamiento en emprender la huida, pero Galeana impidió su embarque, 11 canoas fueron apresadas, de todas maneras la quinta parte de la guarnición logró huir y la demás se tomó prisionera.

La goleta Guadalupe levaba anclas para fugarse, pero don Pablo la abordó con cinco fusileros denodados (valientes), y la hizo prisionera con el Comandante y siete grumetes.

Goleta en el mar. 

Quedaron en poder de los insurgentes 3 cañones chicos, siete cajones de parque, más de cincuenta fusiles, y todo material del hospital. Se encontraban en la isla, aparte de la compañía realista, mucha gente principalmente mujeres y niños y los frailes Hipolitanos que cuidaban del hospital.

El general Morelos recibió el parte de esta ocurrencia a las siete de la mañana en el punto de la Caleta donde lo aguardaba con su anteojo. Mandó traer a toda la gente, y pasó en persona a reconocer la goleta. Dio órdenes para que fuesen socorridos todos los prisioneros, y cometió el grande error, de hacer venir a los enfermos al hospital de Acapulco, por cuya causa se aumentó el contagio pestilencial en su ejército.

Galeana regresó a la isla para cuidar de ella con 20 hombres. En esta batalla, no murió más persona que una niña, hija de un refugiado de una bala perdida y otra ahogada.

El gran sentimiento que ocupaba a los realistas por la pérdida de la isla y falta de leña que se le suministraba de ella fue evidente y en definitiva debilitó sus tropas que guarecían en resistencia dentro del Fuerte

Después de lo ocurrido Galeana continuó en posesión de la Roqueta, incluso continuó realizando algunas proezas en su defensa como el intento de tomar el Bergantín San Carlos, un mes después, hasta que el día 20 de Agosto del mismo año, el Fuerte de San Diego había caído en rendición y los insurgentes lograron la victoria.


Insurgentes luchando en Acapulco. 

No cabe duda que esta acción ayudó a consumar la toma de Acapulco, que como acabamos de leer, estaba bajo el dominio español, y a su vez, al poder tomar toda la región del sur, la independencia vislumbró tintes de concluirse. Quizás la historia después nos dicte que muchos territorios fueron recuperados por los realistas después de la muerte de los grandes líderes como Morelos o Hermenegildo, pero a su ausencia otros le siguieron, como Vicente Guerrero.

Don Pablo Galeana, a la muerte de su tío, continuó combatiendo, ahora en apoyo a las tropas de Guerrero y una vez obtenida la independencia, se retiró para vivir una vida tranquila, hasta el final.

De este acontecimiento histórico, cabe resalta que el combate a la isla de La Roqueta fue el primero de carácter anfibio, en el que los insurgentes conjugaron un ataque por tierra y mar. Además de que se valora y contagia la bravura con la que los protagonistas combatieron por un ideal, por una profunda añoranza de libertad.

D. Juan Pablo Galeana de los Ríos

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